lunes, 9 de noviembre de 2009

Lucas, sus vueltas a la realidad



Lucas abandonó su rincón. Decidió arriesgar de nuevo su frágil equilibrio para encontrarse de nuevo con ese aroma que lo volvía del revés y que le dejaba la brújula dando vueltas sin norte, y sin arriba y abajo.

Sigue volviéndose loco por la idea de volver a esa nube para no saber dónde está, para sentir el vértigo de la elección, de qué será de esto y de él, y si el “qué será” importa ahora. Lucas sabe muy bien “que en un momento dado apagó la lámpara y que lo hizo porque decidió hacerlo en ese momento y no antes ni después, pero también sabe que la razón que lo decidió a apretar el interruptor no le venía de ningún cálculo matemático ni de ninguna razón fundacional sino que le nació de adentro, siendo adentro una noción particularmente incierta como sabe cualquiera que se enamora o juega al póker los sábados a la noche”. Y ese apagar la lámpara le dejo ese aroma congelado en las retinas, esa nube que ve cada vez que cierra los ojos y pierde la noción de tiempo, de lugar, de vida, y solo es esa mano que pasea trémula por los contornos de la nube estrecha y muy dulce en sus curvas algodonosas.

Lucas abandonó su rincón para perderse. Se perdió, nunca supo donde estuvo ciertamente, pero el aroma, la nube lo recogió. Perdió todo el equilibrio que le quedaba, todo el equilibrio que había conseguido acumular después de mascar fuerte los chicles al llegar la noche y sentarse a mirar su cara y la brújula. Se encontró de nuevo en su apartamento de Montmartre, amando irracionalmente esa falta de todo contacto con su realidad.

Supo que solo vivió mientras esa lámpara estuvo encendida. Mientras no llegaba a alcanzar nada, mientras todo era o no era por azares no que lograba comprender y que a veces le tocaban. Esta noche quiso mirarse otra vez al espejo, recuperar un poco de palaras claras, de pies en tierra, pero solo vio metáforas y relojes derretidos. Cerró los ojos al fin, pero veía la última luz que la lámpara le dio en los labios y se volvió a perder.
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Perderse mientras se come pescadito frito y salpicón, se arregla el mundo, se comen crepes de chocolate y caramelo, y se ríe de todo lo risible e irrisible, da ganas de no encontrarse nunca. Y en eso estoy…Me siento “suertudo” por conocer y disfrutar de vosotros. Gracias a esto que “algunos llamarán elección, y otros llamarán azar”, llegue hasta vosotros, pero espero que gracias a esto que “algunos llamarán determinación” nunca me vaya. Gracias…

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