lunes, 12 de julio de 2010

Lucas, sus sugerencias


A Lucas le encantaban las sugerencias, los vínculos irracionales. Pensó en esa palabra que decía de todo menos lo que decía, en las piedras en la cartera, las conchas en el bañador, un collar que lucía de nuevo, una exposición de Turner, una lista de bares, en Gabriel Pierné y en una antigua capilla de hospital, en las costillas en un plato vacío de paella, en una barca que se alejaba de la costa con una tripulación víctima del pánico, y porque esa costa ya sabes cuál es.

Y no podía dejar de sonreír porque todo sugería, y todo se colaba en un mundo mejor que le regalaban. Y si se paraba a pensar en cada palabra que escribía, descubría que no había ni una inocente y que todas tenía su sugerir detrás.

Lucas vivía encantado, porque le encantaban las sugerencias, los vínculos irracionales, y porque de esto tenía lleno su mundo, que no era suyo, que no solo lo era. Y lo sabía por estar en una cama que no era su cama, como su mundo, que no solo lo era, y porque estaba en una cama que ya conocía el peso de sus sueños. Porque en esa cama no podría dormir sin pensar, ni sonreír.

Había algo imposible, algo irracional en todo esto, algo que se escapaba de toda lógica, de toda norma. Lucas nunca lo ve, pero así vive últimamente. Todo el mundo vacío, recogido en sus lugares pendientes de un partido de futbol mientras Lucas llenaba y esparcía su ilusión por un mundo que había quedado medio desierto. Y lo llenaba con una coca-cola compartida, con promesas de esas que nunca había hecho, pero que ahora sabía que podía hacer porque las iba a cumplir, naranjas y verdes, sonrisas y lágrimas, pero más sonrisas. Al final sin muchas ganas llegó a ver el gol de Iniesta, y gritó. Pero aunque no lo sepa, no gritó por el gol, gritó por la coca-cola que se quedó en su mano y que casi que no se atrevió a tirar porque le sugería, gritó porque en las ventanas del metro solo se reflejaba él. Porque tenía que esperar para cumplir promesas y para desvelar todo lo que escondía con pocas ganas pero con mucha ilusión. Gritó por esa palabra que decía de todo menos lo que decía, por el collar, por Turner y Pierné, por una capilla de viejo hospital y por las piedras en la cartera, por un cable para dos auriculares, por una crema hidratante, por las conchas en el bañador, y por una piedra en medio del mar.

Y también porque gritar tampoco era gritar, era mucho más…¿te sugiere algo?

P.D. Y con dos días tuvo bastante para sugerir lo que había sido todo un año en el lado de allá. Y con una foto donde casi nada se ve, tuvo bastante para saber tantas cosas, y decir tantas otras.