miércoles, 11 de noviembre de 2009

Lucas, sus conciertos en el metro



Después de encerrarse durante dos días y no encontrarse, salió. Pensaba que él estaba en sí mismo, y que solo mirándose y preguntándose se encontraría.

Llevaba dos días mirando una cara que no era suya, cada vez que miraba el contorno de sus labios aparecían otros que le gustaba dibujar, cada párpado, cada oreja que le aparecía ante su cara, que era de su cara, lo inventaba, lo cambiaba y así siempre andaba perdido. Hasta que salió, y se metió en este túnel del tiempo que es el metro de Paris.

Es el único lugar donde Lucas puede andar escuchando So What, mirar por la ventana y ver un trompetista, un contrabajo y un saxofonista tocando, y sentir que la trompeta que suena en el andén del metro es la que suena por su oreja, y de repente el tiempo se para, y se quita acojonado los auriculares, y escucha que sí, que realmente tocan So What…

Entonces Lucas se baja del metro, y deja correr un par de metros más mientras escucha la trompeta, el contrabajo y el saxofón, que poco tienen que ver con la trompeta, el contrabajo y el saxofón de Miles Davis, Paul Chambers y John Coltrane, pero que de repente le plantan una pared de cristal de cuarzo delante de sus orejas, y mientras la trompeta mueve todas las notas con su labio, el contrabajo llena de swing la caverna y el saxo hace sonar los hilillos de saliva por la caña vieja de su también viejo saxofón, Lucas se encuentra…

Se mira las manos, la punta de los zapatos y la punta de la nariz que llega a ver cuando se pone visco, y por primera vez ve la cara que no es la de los labios y las pestañas, sino que es la suya en su Paris. En esta ciudad que le cuesta tanto encontrar, y que por estas notas que escucha mientras deja pasar los metros (que no el tiempo) encuentra por fin.

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