miércoles, 25 de noviembre de 2009

Lucas, sus cosas de casa


En una noche melancólica de soledad en su piecita de Paris, Lucas decidió matar tanto dramatismo haciendo una lista de revelaciones de la vida en solitario. Lucas vive a base de revelaciones, y esas no se olvidan…

Número 1 – Sí, Lucas escribe número con letras delante del 1, que sin embargo lo escribe con cifras. No hay ninguna necesidad de escribir número, pero tampoco no hay ninguna necesidad de que tenga que numerarse la lista, ni tampoco no hay ninguna necesidad de que el sistema utilizado por Lucas tenga una explicación, y eso le gusta, y por eso lo hace, aunque esto ya podría considerarse una explicación. En fin, Lucas no le da tantas vueltas y empieza a escribir su primera revelación. Hay que comprar papel higiénico. Al cabo de unos días de frenesí culinario, con sus consecuentes picos y valles (no le hagáis que lo diga), Lucas se dio cuenta de que los rollos de papel higiénicos se agotan. Pero no solo eso, sino que también se agota el paquete de los rollos higiénicos. Es decir, que puede llegar el día en que no haya papel higiénico en la casa, y entonces tenga que recurrir a técnicas más rudimentarias (Lucas quedó contento al encontrar esta palabra), como las servilletas, o los pañuelos. Aquí Lucas remarca la deformación de la percepción humana, ya que todo ser humano da por hecho que el papel es estrecho pero largo, sin contemplar que una servilleta o un pañuelo tienen dimensiones equivalentes entre la anchura y la longitud. Pero aún así Lucas respira tranquilo, recuerda que en el examen psicotécnico que tuvo que superar para obtener el permiso de conducir probó que su percepción estaba a la perfección, y por tanto sería capaz de intuir donde terminaba el papel, aunque cuadrado. Después de esto experimentó la revelación anteriormente citada, de la cual se podría deducir una segunda revelación, casi matemática. 1 + 1, dicen que suman dos, si no compras papel higiénico, compra servilletas (mejor que el papel de cocina)…y crema hidratante.

Número 2 – En una casa hay muchas cosas calientes. Lucas hablaba sin bromas, y sin retorcidas relaciones con las personas que ahí vivían. Y es que los dedos de una persona son muy sensibles a estas cosas, pero aún así hay que ver. Esto es como un niño y una prohibición, es suficiente saber que una rejilla dentro de un horno quema, para que un dedo no controlado vaya a parar encima. Y eso a Lucas le produce un desconsuelo insoportable, que ni el agua fría logra calmar. Pero no es lo único. Un vaso de agua para una infusión calentado durante dos minutos y medio en un microondas Bluesky a potencia entre el 2 y el 3 quema, y quema muchísimo para los dedos. La estufa donde Lucas pone a calentar la toalla cando se mete en la ducha quema, pero lo peor es que no solamente quema dedos. Cuando se seca la espalda, se suele revolver a los lados, y es poco prudente permanecer cerca de la estufa, lo sabe por experiencia. Y no quiere extenderse demasiado hablando de los fuegos de la cocina, o de la comida recién hecha, las salpicaduras, o de las paellas y cacerolas utilizadas para tal fin. Pero sin duda, lo que más preocupaba a Lucas era el agua de los grifos. Sufre una dramática confusión crónica entre los lados de agua caliente y agua fría. El colofón es que en el inicio, momento fundamental en el proceso de empezar a dejar correr el agua, esta está siempre fría. Así que más de una vez la confianza le ha llevado a experimentar como se sienten las patas de gallo (también de gallina, pato y cualquier ave de corral utilizada en la cocina), cuando las meten en agua hirviendo. Y aún diría más. Lucas está convencido que los pollos son unos afortunados, ya que el agua normal, a los 100 gados centígrados utiliza toda la energía restante para cambiar de estado (líquido a gas), y de ahí no pasa. Pero esto no es así en las cañerías de agua corriente de Paris. El agua llega a temperaturas inimaginables que la física no podría explicar, pero si constatar. Sino que pregunten a sus manos...y pies (sí, en la ducha también pasa).

Número 3 – La ropa se ensucia, se tiene que lavar, y eso no es todo, también tender. Esta revelación le cambió la dinámica del vestuario a Lucas. En una vida familiar, su vestuario venía determinado principalmente por el tiempo meteorológico del momento. En una vida solitaria, esto no es así. Lucas constituye todas las mañanas su vestuario en razón a la economía de ropa (cuanta menos ropa, menos ropa sucia), y en función de las posibilidades de elección (de entre la ropa que está lavada, o en condiciones de darle un segundo uso). Y esto no es todo. Y es que en algún episodio de salpicaduras calientes, buscando el reguardo de la encimera, echando cuerpo a tierra, Lucas se ha encontrado más de una vez de cara a un tambor de lavadora con ropa lavada con casi un par de días de antelación. Hay que tender, además de lavar.

Número 4 – Comer ensucia. Lucas considera esta actividad como una de las más placenteras de la vida solitaria. No lo tiene muy claro, pero tiene la impresión de que los placeres casi siempre vienen en compañía, este puede que sea una excepción. Pero la cosa es que este placer es uno de los menos rentables de la vida cotidiana. Desayunas, comes, meriendas y cenas. La merienda es optativa, pero se tiene que contemplar. Pues bien, esto comporta: un tazón con un poso de leche achocolatada bastante feo, y con unos bordes llenos de pedacitos de cereales pegados y resecos, de muy difícil eliminación. Un ejército de paellas y cacerolas, cada una con su pringue, ya sea grasa, salsa, aceite que no se puede eliminar, y que no estén quemadas. Cubiertos como si hubiese comido el ejército de los Mil Hijos de San Luís, con sus correspondientes platos, y dos vasos, eso sí, pero porque no hay más. Una mesa llena de migas, gotas de aliño de ensalada, y algún despiste que aparece por debajo de las alas de los platos. Las tazas de café o/y infusión. Y una segunda capa para la cena. Además de esto, el suelo y el entorno de los fuegos de la cocina. Y que no se os escape todos los desperfectos ocasionados después a la impolutilidad del toilette.

Número 5 – El microondas es un arma de destrucción masiva. Lucas tiene calado a este aparato. Por una parte es uno de los causantes de la revelación número dos (en casa hay muchas cosas calientes), y eso le gusta poco. Pero es que además hay que ver lo que hace con una taza de café, o un plato de pasta con queso rallado por encima. De la taza de café, con un solo “puffff” (Lucas escribe esto con una implícita vocación onomatopeyística, aunque no diga que fue ese es sonido que escuchó), quitó todo el líquido que había en el interior y lo derramo por las 4 dimensiones que tiene un microondas en la caja donde se depositan los alimentos a calentar (ancho, largo, alto y entre las rendijas que hacen de rejilla de ventilación, dándole un aspecto a sangre saliendo de la nariz del microondas). Del queso de las pastas, obró un milagro…lo hizo desaparecer. Hay que decir que luego el techo del microondas tenía un aspecto bastante desolador. Después de estos acontecimientos, Lucas no ha tenido otra opción que precintar la zona (sólo ha puesto una pegatina en la puerta del microondas, pero es que le gusta exagerar), y calentar la comida como se ha hecho toda la vida…poniendo unas gafas delante de la lámpara, para condensar los rayos y que caliente allá donde caiga.

Número 6 – El despertador no sirve para nada. Lucas ya lo ha probado todo. Dos despertadores, uno a los 5 minutos de sonar el primero, pero los dos con repetición cada 2 minutos, con contraseña para desactivarlos y con el sonido más repelente que podía salir por el altavoz de un teléfono móvil. Pues bien, seguía abriendo el ojo con un móvil en cada mano, con el posterior salto acrobático, sacándose el pijama en el aire para caer en tierra desnudo, y solamente tener que meterse en la ducha y dejar que el agua hiciese lo que las alarmas no fueron capaces de hacer. Pero Lucas se resigna. De hecho, ya ha rechazado la idea de poner las alarmas como un par de horas antes de tener que levantarse previendo que se dormiría y a las dos horas se despertaría con los móviles en las manos, pero en hora. Ya ha tenido la revelación, y por fin es consciente de que no valen para nada, así que deposita toda su confianza en el sol que entra por la ventana, aunque últimamente se despierta con un móvil en una mano, otro en tierra y la otra mano tirando de la cortina. Está a punto de tener una séptima revelación, pero dejémoslo aquí de momento.

Era ya noche bien entrada, y Lucas se decidió finalmente por ir a la cama. Miró los móviles con desprecio, tendió la ropa de la lavadora, remojó todos los platos, y otros utensilios que quedaban por lavar, fue al baño después de una comprobación previa, se lavó las manos, se lavó los dientes y finalmente se acostó.

P.D. Lucas inició esto con una clara vocación pedagógica, así que espera que en los tiempos venideros se vaya completando la obra que empezó con las revelaciones propias de cada amigo que ha compartido estas líneas. Muchas gracias.

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