sábado, 21 de noviembre de 2009

Lucas, la nueva Babel


Se ha hablado mucho sobre el mito de la Torre de Babel. Bueno, digo mito, pero ciertamente eso es lo que se discute. ¿Mito o realidad? Sea como sea, no queda nada de esta torre, en caso de que hubiese existido.

Lucas muchas veces soñaba, o pensaba, depende de la hora del día, con aquel lugar. Le gustaba creer que sí existió, imaginar tantas lenguas y culturas metidas en un mismo sitio. Que parado en una escalera de esa gran torre podría escuchar al mismo tiempo 5 o 6 lenguas, cada una con su melodía, sus expresiones y gestos. Algo que le fascinaba, encontrarse al medio de tantos sonidos, en un principio tan extraños, desconocidos y sin sentido, pero luego tan sugerentes, tan próximos y tan llenos de sentidos si los acompasaba con la obertura de los ojos de quienes hablaban.

Un día se dio cuenta que esa Torre de Babel que alguna vez, repito, en caso de haber existido, aspiraba a ascender hasta los cielos, existía en su mundo contemporáneo, y que lo pisaba cada día. Solo una gran diferencia, esta vez aspiraba a llegar a los profundidades de la tierra, quién sabe si a los infiernos (Lucas piensa que el infierno, en caso de existir, no es uno, sino varios, y que no tienen nada que ver con esas bestias rojas y cornudas, con rabo puntiagudo. Está convencido de que es mucho más parecido al desconsuelo de cocinar pasta y ver que no queda mozzarella, o ver en un cartel por la calle que Sonny Rollings tocó en Paris, y no se enteró, aunque no hubiese pagado tanto dinero por la entrada, y con este, ya son dos infiernos, por ejemplo.)

Vaya paréntesis que le vienen a Lucas, es casi tan caótico como sus ojos paseando por la memoria. Pero a lo que iba, Lucas pisaba a diario esa Nueva Babel, y un día cayó en la cuenta. Un día sintió esa cosa rara (parecida a cocinar pasta, y ver que no queda mozzarella, y mover un paquete de la nevera y ver que aparece una por detrás), esa alegría de descubrir que aquello que le venía a la cabeza tantas veces era una gran metáfora de una realidad bien cercana. El metro de Paris era la Nueva Babel, y Lucas pasaba más de una hora diaria en ese lugar.

Se dio cuenta ese día que llegó a su parada y vio que su piel era la extraña. Que lo que más escuchaba era criollo, también chino, a saber cuál de todos, italiano, alemán, inglés, japonés, español, catalán, ruso, árabe, por supuesto, y a saber cuantísimas lenguas que se le escapaban por el nombre, pero no se le escapaba que era todo otro mundo en sonidos. Alguna vez, también, escuchaba francés. Se dio cuenta que cada cara que veía, tenía unos ojos, una nariz, una boca, un bigote o barba (larga o apurada), unas cejas, pelo, pestañas que le contaban una historia fascinante. Sabía que para nada era como él lo pensaba, pero qué más da si no iba a contárselas a nadie. Las disfrutaba él mientras miraba rostros en el metro.

Y esa es otra de las cosas particulares de Lucas, otra de estas cosas que evidencian que disfruta de inventar historias de la gente, y que no quiere olvidarlas. La gente, en Babel (vamos a llamarle así, es bonito), mira sin interés a la gente, tan preocupados todos por girar los ojos hacia sí mismo y centrarse en sus pensamientos, preocupaciones, o alegrías (hay muchas más cosas en las que pensar, por supuesto). Por esto mismo, la gente se asusta cuando ve los ojos de Lucas posados en su cara. Nadie mira así en el metro. Pero Lucas no quiere olvidar las caras, le duele que sus historias sean historias sin rostro, por eso, aunque cada día invente centenares de historias, mira con los ojos salidos intentando que no se le pierda ese rostro, por si lo vuelve a ver, continuar la historia.

Hay tantas cosas en Babel que le llaman la atención a Lucas. Si no recuerdo mal, me contó que solo miraba la tele en el metro. Cuando cogía el primer vagón, como le gustaba hacer, miraba las televisiones del metro en las que el conductor mira si el hormigueo de gente por los límites de los vagones había terminado, para cerrar las puertas, y retomar el camino por los destinos de tantas personar. Dice que es la única televisión que no miente y que no quiere venderle nada.

Y otra excentricidad, dice que mira la luz de los tubos fluorescentes que hay por las cavernas negras de entre las estaciones. ¡A quién se le ocurre mirar la luz directamente! No me creo que no cieguen, como dice. Cuenta que son como los anuncios de antes de BMV, como esas luces largas y lentas que se ven cuando se conduce de noche.

Pero lo que más le extasiaba era pensar en una cifra, que un día se tomó la molestia de calcular. En Paris hay 14 líneas de metro, con 2 bises y dos desdoblamientos. Es decir, unas 16 líneas de metro. A esto se le tiene que sumar los 4 RER (Réseau Express Régional) que pasan por Paris Metropolitana. Suman un total de unas 20 líneas transversales de túneles por los bajos de Paris. A una media de 12 kilómetros, echando por lo bajo, cada línea, sale un total de 240 kilómetros de túneles. Pues bien, una vez tenemos este dato, podemos entender en parte porque se queda sin palabras cuando a Lucas le viene a la cabeza esto. Y es que las paredes de los túneles, por los dos lados, es un continuo mosaico de firmas, dibujos, amenazas, declaraciones universales, mensajes de amor...Esto significa que en Babel existe una biblia de 480 kilómetros de pintura a la brocha gorda o al espray.

Se prometió que algún día se dedicaría a recopilar estos textos en un gran libro, una gran historia. Sabe que es otra de esas promesas que nunca se van a cumplir, por eso se centra en pensar en el libro, vivir así de feliz, y no contarle estas cosas a nadie. Tal vez por eso, nadie sabe que Babel todavía existe.

3 comentarios:

  1. Uau! Me encantó tu metáfora del metro, y la verdad, me sentí muy identificada con ese tal Lucas que en el metro mira el rostro de la gente sobre la que adivina/se cuenta/imagina sus historias.
    Sabiendo que existe este rincón, te sigo! :D
    Un abrazo tahino!

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  2. EL metro es otro mundo bajo tierra, donde puedes imaginar la vida de la gente con la q coincides todos los dias a la misma hora y en la misma linea...teniendo un secreto los dos saben q se conocen, pero q nunca se saludaran...
    Que además y sin darnos cuenta puede ser un cumulo de ideas...será casualidad q las mejores pasarelas de moda estas en las ciudades donde hay metro?? No lo creo...

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  3. Ni siquiera sé si me va a dejar publicar este comentario, pero hay dos cosas que me han cautivado del post: la mozzarela (que ya sé que es una debilidad que tenemos en comun) y el parecido a los anuncios antiguos de BMW que, por cierto, siempre han sido mis anuncios preferidos.
    Al final siempre nos es más facil mirar las caras de la gente que no conocems y imaginar su historia que orientar los ojos hacia las personas que conocemos cuya historia no podemos imaginar, porque es la que es. Simplemente genial.

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