domingo, 7 de marzo de 2010

Lucas, sus sacudidas



Pocas cosas tenía Lucas en la cabeza a la hora de contar. Se trataba justamente de lo contrario, de no tener en la cabeza más que un puñado de palabras listas para ser ordenadas a la hora de contar, de ser simplemente como un sismógrafo que registraba en los dedos los movimientos interiores, las sensaciones y pensamientos, y detectar el epicentro de la búsqueda de palabras en su cabeza con la mayor fidelidad posible.

El resultado eran estas líneas que tantas veces había releído. El caso es que nunca escribió ni tuvo un manual para leer y comprender el resultado de sus sacudidas interiores, nunca supo cómo interpretar o interpretarse lo que le salía. Eso es la única cosa que tenía en la cabeza a la hora de contar. Nunca se volvería a escribir una historia como si fuese la única, escribió John Berger, a lo que Andrés Calamaro añadió que la historia se escribía en hojas desordenadas. En este punto Lucas detectó dos epicentros, uno en los oídos, y otro un poco por arriba de la barbilla. Nunca leería lo mismo en sus mismas palabras, nunca le saldría el “rollo chino” de narrador que en cada momento tenía que fijar con cola y secador un significado. Sus sacudidas interiores dejaban un caos de palabras, y ese caos no sería más que lo que quisiese ver en una hoja en blanco.

Después de tanto tiempo preguntándose qué escribir para dejar que las sacudidas interiores dejaran su testimonio, Lucas decidió que solo su sonrisa le valdría, que simplemente Lucas, en su cama, delante de un ordenador, el miércoles que pasó o que vendrá, y la sonrisa que le salía en ese instante. No necesitaba más, ni explicar su sonrisa, ni qué miércoles, ni cuál de sus camas, ni en qué día ni a qué hora. Aunque cierto que mañana era lunes, y que todavía más sonrisa.

Todavía se sentía sacudido, pero cuantas veces tembló al pensar en todo esto, y le gustó. Solo la sonrisa, nada más.

1 comentario:

  1. Te recuerdo que un minuto de risa equivale a una hora de sommeil, lo leí en un libro mientras esperaba a alguien en Saint Michel. Así que imagino que una sonrisa de las tuyas también tendrá su equivalencia. Prefiero no pensar en cual es, mejor sonrío yo y que cada uno entienda lo que quiera.

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