Le petit amour fou, Miquel Barceló |
«La
noche es la historia de la nostalgia,
y tú eres mi noche»
y tú eres mi noche»
Mahmud
Darwix
«La
esperanza le pertenece a la vida,
es
la vida misma defendiéndose»
Julio Cortázar
Julio Cortázar
A Lucas se le escapaban los últimos coletazos de este año entre las
manos y se quedó mirando cómo las manillas del reloj corrían descaradamente
hacia un final inevitable. Nunca fue muy partidario de los recuentos, los
balances, le sonaban demasiado a banquero. Pero algo le empujó a pensar en qué
había aprendido durante estos días, qué había conseguido, que había
comprendido, qué cosas le habían pasado y nunca comprendería, en definitiva:
necesitaba convencerse que de alguna manera había crecido, que su vida
transcurría como las historias de las bildungsroman,
a la manera de Goethe y no a la de Handke.
Pero la cosa no empezó muy bien. Lo primero que descubrió es que
se había acostumbrado a declarar que se ganaba la vida. Una especie de
muletilla que metía en las conversaciones para no tener que explicar cómo había
llegado hasta ahí, y por qué. Pero en realidad no se ganaba nada, la vida le
pertenecía de pleno derecho, y simplemente había decidido ir por ese lado de
las cosas. En ningún momento se sintió atrapado por un destino sin compasión. Él
era el dueño absoluto de sus decisiones, de sus circunstancias, y la verdad que
no podía negarlo, Lucas se sentía vivo como un pez que salta al amanecer.
Lucas descubrió que hay muchos héroes anónimos, más que en las
novelas. Esto le ayudó a sacudirse de encima cierta sensación de valiente. Es
curioso cómo cuando Lucas había perdido toda esperanza con la humanidad, de
repente se cruzan unos tipos leales, generosos, con los que te sinceras casi
sin querer, con los que llenas la agenda de números de teléfono y de próximas
citas, que abren la puerta de su casa sin ninguna precaución, y que regalan su
sonrisa y su humor. Decidió entonces sentirse afortunado y afrontar los días
con felicidad por tener la suerte de haber coincidido con estos verdaderos
héroes. Una buena lección sí saco de este año, tal vez no había sido tan malo.
Lucas descubrió el valor de la amistad. De repente descubrió que
todos sus asideros estaban repartidos por el mundo, demasiado lejos para
echarles mano. En un principio pensó: ¿y qué podrían hacer por mí?, pero cuando
les vio después de un tiempo a todos juntos, por primera vez en mucho tiempo
pensó: Estoy en casa. No les contó sus penas, no hizo falta, un cachete
cariñoso le quito toda tristeza, y todo fueron abrazos que ruborizarían a
cualquiera y ojos radiantes y ansiosos de decir sus tonterías, de reír, y de
prometerse visitas. La vuelta al mundo en 8 amigos.
Lucas se descubrió impaciente con los libros. Fue incapaz de
dedicarse con cuerpo y alma a una sola lectura. Elegía los libros con
premeditada determinación, sabía lo que buscaba, y por qué. Tenían una misión
casi terapéutica. Pero sufría de varios males, así que buscaba y buscaba cada
vez más remedios, sin poder dejar de tomar los antiguos. Así se empeñaba en
terminar Ulises, sin renunciar tampoco a las novelas más cortas, novelitas que
su consciencia no las aceptaba como “principales” y por tanto eran compatibles
con Joyce. Los momentos muertos eran para los cuentitos, de todo género y
autores. Un escarceo. Y las noches las gastaba buceando en las antologías
poéticas que compró obsesivamente en estos últimos tiempos, buscando el poema
que le hablara de ti, seguro que otro más os había escrito versos sin ni
siquiera sospecharlo.
Por último Lucas se descubrió un niño. Cierto es que ya peinaba
canas…bueno, entenderéis la frase hecha, porque Lucas no usaba peine desde que
perdió la inocencia. Pero aún así, durante este año ha visto como le superaban
las cosas, sin ni siquiera darse cuenta de que la cosa iba así. Ha descubierto
algunas cosas, pero sobre todo, se ha dado cuenta de tantas cosas que le quedan
por descubrir.
Se le quedaban muchas cosas en el tintero, pero ya habría tiempo,
terminaba la arbitrariedad de un año, pero nada de lo que pasaba terminaba con
él, así que dejo de mirar el reloj, puso la música y siguió con Darwix,
La vida…hasta la última gota
Si alguien insistiera: Morirás hoy, ¿qué
vas a hacer?, no dudaría en responder: Dormir si tengo sueño. Beber si tengo
sed. Escribir, si me entran ganas. E ignorar la pregunta. Almorzar echando al
filete un poco de mostaza y pimienta. Cortarme en el lóbulo de la oreja al
afeitarme. Y si pudiera besar a la que amo, saborear sus labios como si fueran
de higo. Saltarme unas cuantas páginas al leer. Llorar una cuantas lágrimas
pelando una cebolla. Si doy un paseo, caminar más despacio. SI existo, como
ahora, no pensar en la nada. Y si no existo, el asunto dejará de importarme.
Escucharé a Mozart para estar más cerca de los ángeles. Y si me quedo dormido,
no me despertaré y soñaré con gardenias. De reírme, seré discreto. ¿Qué más
podría hacer, qué mas, aunque fuera más valiente que idiota o más fuerte que Hércules?
Mahmud Darwix, La huella de
la mariposa
Feliz 2014, o 2015…
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