viernes, 8 de octubre de 2010

Lucas, y qué más da...




Nunca he sabido muy bien cómo lo hacíamos. Por qué disfrutábamos así. Pero la verdad es que tampoco he buscado nunca comprender, simplemente siento la terrible saudade de eso que los que no te conocen dirán locura.

¿Sabes? A veces pienso en si alguien sería capaz de resistir tantas preguntas sin respuesta, tanta intriga y misterio que se ocultan debajo de ese vestido largo que nos duraba tan corto tiempo, y debajo del cual no encontraba más que más preguntas sin respuesta y la sensación de que efectivamente ahí se había escondido el anterior misterio fugado a medida que mis manos rozaban tu piel e iban arrugando el vestido con un pliegue redondo y sedoso, de abajo arriba, entre el pulgar y el índice, hasta topar con las correas de tu ropa interior.

Creo que todas la preguntas quedan resuelta en ese punto: liberar tu cuerpo de ataduras liberaba el mío de misterios, mientras te desnudaba, yo me desdudaba. O al menos mis dudas desaparecían con tus vergüenzas, y las ganas de preguntar se convertían en ganas de no saber, de ignorar las razones por las que yacíamos desnudos, disfrutando de nuestra locura, y sin saber muy bien cómo lo hacíamos.

El nuestro es el único juego en el que en el que no hay vencedor ni vencido, solo jugadores empedernidos, divertidos y exhaustos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario