martes, 26 de octubre de 2010

Lucas, sus sonrisas




Los días son muy largos. Esto lo sabía bien Lucas, quien experimentaba a lo largo de la jornada todo un seguido de vacilaciones sentimentales y emocionales que le fascinaba. Pero sin duda alguna lo que más le divertía era descubrirse con una sonrisa en la boca sin saber muy bien por qué. O tal vez sí.

Recuerda con especial alegría un perro. A Lucas no le gusta comer en una mesa. Siempre que puede, se va al antiguo cauce del rio, se echa en el césped, y saca su bocata. Lucas entonces ve la cantidad de bicicletas que tiene esa ciudad, y le pone contento. Sonríe. Ve el sol fantástico de otoño que tiene esa ciudad a las 3 de la tarde, ve los árboles perfectamente dibujados un poco zarandeados por el viento que huele a mar. Sonríe. Ve el dibujo de los caminos por el césped, e imagina constelaciones con esas formas. Sonríe. Pero sobre todo ve un perro blanco precioso que se le acerca por detrás juguetón. Se le para delante con un limón en la boca (un limón, este perro es un figura…debe de estar salivando que no veas, y así lo hace). Le mira, hace un amago de huida, se vuelve a girar, lo vuelve a mirar, deja el limón a tierra, y va a buscar una mano de Lucas apoyada en tierra para lamerla y buscar una caricia. Evidentemente Lucas se la da. No se atreve a coger el limón, muy babeado ya por aquel entonces, así que se gira al perro, y le dice…¡Lo siento baboso!...y el perro hace una carantoña, mueve el rabo muy animadamente, coge el limón, y se va. Sonríe mucho.

A los pocos minutos, Lucas anda dejando su bici. Le gustaría dejarla libre en su ausencia, que pasease sin su carga y su mochila (siempre parece que se ha ido de casa). Pero andan muchos espabilados con ganas de pedalear y no está bien pedalear bicicleta ajena, y menos si no se tiene permiso, ni tacto. Así que Lucas ata su bici, pero la ata al lado de una bici. Su bici mueve el rabo, así que extrañado mira la bici del lado: parece que se conocen. Al momento cae en la cuenta, y sin más, saca un bolígrafo morado y un trozo de papel de libreta rasgado (cual policía recetando), y escribe algunas y tontas palabras. Las deja en la bicicleta, y se va. Cuando vuelve, la magia de las palabras ha hecho que la tinta morada sea negra, las tontas palabras sean geniales, y la cesta de la bicicleta sea el manillar. Lee las palabras. Sonríe.

A Lucas se le termina el día, sabe que los sentimientos y las emociones vacilan. No todo es sonreír. Pero escucha a dos genios hablas de un tal Blanco White. Sonríe. Escucha un par de canciones. Sonríe. Piensa en el viernes. Sonríe. Mira su habitación. Sonríe. Debate sobre la buena y la mala literatura. Sonríe. Y piensa que si sabe lo que es la felicidad, esa noche lo son. Sonríe y se duerme sin ni siquiera dejar de sonreír.

1 comentario:

  1. Lee las aventuras por el lado de allá de Lucas y sonríe. :D

    Com sempre, genial!

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