domingo, 24 de enero de 2010

Lucas, sus desánimos



A Lucas siempre le había gustado escribir sin pensar, y si lo que le impedía escribir era pensar en que no sabía cómo escribir todo lo que pensaba, escribía eso y dejaba de pensar.

Aunque en realidad tampoco era algo tan sencillo, Lucas se lo hacía creer así, y así la tensión del blanco se diluía en la serenidad de una hoja manchada de letras. No decía nada, pero para él lo decía todo. Tantas preguntas sin respuesta, tantos pensamientos extraños, culpas, disculpas.

En realidad lo que le pasaba a Lucas, aunque a él le pareciese una locura física, además de una fatiga mental, o al revés, era el sentir callado, el no atreverse nunca a quitarse esa mascara de tipo tranquilo, de tipo sensato que no se metía en líos. Había ya demasiadas incertidumbres e interrogantes en su vida como para no darse cuenta que posiblemente era la hora de quitarse esa careta, y enseñar que tenía lágrimas arrastradas por toda su mejilla, que sus ojos a veces no podían aguantar tus ojos, que a veces las palabras le dolían, y otras le ardían. Que era capaz de sentir y callar por miedo a que al hablar el sentir quedase prohibido.

Pero también en verdad ¿eso para qué? Tal vez su opción era la del principio, escribir sin pensar, vivir bailando de pregunta en pregunta, sin esperar bailar lo suficiente con ninguna para que le den una respuesta. Al fin y al cabo, mírale…esa máscara le esconde bastante mal. Se le ven los labios temblar.

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