viernes, 18 de diciembre de 2009

Lucas, sus recuerdos



Lucas siempre habla en pasado, pero cuando habla sus palabras no son más que él expresado por labios y lengua, y todo eso mojado en la taza del ahora. Lucas no recuerda, sino rememora. Celebra la llegada de una memoria olvidada, y así la vive de nuevo, en presente.

Muchos le recriminan que eso es vivir en el pasado. Entonces piensa todo lo contrario. Vivir en el pasado es vivir cumpliendo esa promesa de no volver a mirar atrás. De no poder celebrar tus aciertos ni tu fracasos.

Lucas rememoraba ese instante en el que el miedo y las ganas eran la misma cosa. Y se decidió, después de mucho mirar a los ojos, a coger tímidamente entre sus labios el labio inferior. Lo hizo delicadamente, casi sin querer y sin presionar apenas, simplemente sintiendo la tibieza de su carne más rojiza por primera vez. Y entonces, el nerviosismo o la pasión le llevó a coger esta vez su labio superior, sintiendo que su lengua se movía hacia sus dientes, tentándole, sabiendo que no podían echar detrás de ella cuando se volviese. Ella le mirada con alegría. Pero él sentía que entre los labios había un rechazo geométrico que les llevaba a una batalla constante por mantenerlos unidos, y entonces un juego de lenguas y mordiscos se colaban entre los labios para luchar contra el espacio vacío que les desconsolaba. Y empezaban los choques de nariz, y los pelos revueltos. Y las manos que no tenían donde posarse, buscando su sitio en un constante revoloteo apasionado. Luego hubo un beso en la mejilla, aunque nunca hubo un luego. Después el balance de daños. El pelo alborotado, el pringue de color del pintalabios, los ojos brillantes, la sonrisa de tonto, la lengua relamiendo el aire pesado que había quedado en la boca, y dos muertos.

Se preguntó si vivir en el pasado era recibir un beso a esas horas, en ese sitio, y de esos labios sin nombre. Como siempre, aborreció las preguntas, y se apresuró a buscar un final, para no tener que responder.

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