Les ruego que disculpen la falta de disciplina de Lucas. Durante
este tiempo ha estado más pegado a su víctima que nunca, ha conseguido datos
suculentos, pero a pesar de nuestro interés y expectativas respecto a los
frutos de su trabajo, se ha negado a rendir cuentas. Sí, vale, es excéntrico,
pero es el bueno en su trabajo. Según me reconoció, el caso de G-12 se complicó,
ha estado a punto de ser descubierto en más de una ocasión. Por este motivo
decidió perder por un tiempo toda conexión con nosotros. Este último informe ha
sido enviado desde València, y representa una inestimable muestra de las
intimidades más sugerentes de G-12. Esperamos que con esta información sea
posible presentar una acusación en firme, y esclarecer por fin este asunto. Les
sugiero de nuevo perdonen a Lucas, ha cumplido, a su modo, eso sí, y a su
tiempo, pero este trabajo le apasiona, y me prometió que no cejara hasta llegar
al fondo de la cuestión.
València, 17 de junio de 2012
Escribo estas líneas después de un tiempo en el que he podido
descubrir nuevas facetas de este personaje hipnótico pero peligroso que resulta
G-12. Estos comportamientos han sido descritos en València. No voy a hacer una
narración vívida de los acontecimientos y mis experiencias, tan solo me
limitaré a arrojar luz sobre los actos sospechosos de su comportamiento.
Solo desde una convivencia cómplice se pueden llegar a comprender
alguno de los protocolos de G-12. Podría parecer un desatino, una locura, una
excentricidad, pero os aseguro que al final se le llega a comprender. Imaginen
un espacio de dos habitaciones, una grande con ventana y pequeño balcón, y otra
más pequeña totalmente estanca, un salón, una cocina pequeña y un baño bastante
aseado. Pero el uso de cada habitación podría sorprender a muchos. Así, la
espaciosa y luminosa habitación se convirtió en un trastero, la pequeña
habitación estanca en una acogedora habitación dormitorio, el salón en una zona
de paso, el pasillo en comedor, y el baño en una sala multiusos donde se podía
navegar por internet, ver la televisión sentado mirando la taza del wáter o
incluso darse un baño. La cocina era el único espacio que respetaba todas las
convenciones.
Y ya que menciono la cocina, voy a comentar algún dato revelador
de los hábitos alimenticios de G-12. La clave en los gustos culinarios de G-12
es la sencillez. Así, en los “miércoles de los 100 montaditos”, elige los
clásicos de 1 o 2 ingredientes (el de foie de pato con confitura de frutos
rojos es una excepción), sus platos preferidos son las chuletitas asadas con
patatas fritas, salmón a la plancha, tortilla de patas, tomate con mozzarella…
Por cierto, el ritmo de ingesta de mozzarellas puede ser más que considerable.
Capítulo a parte tienen las bebidas. Creo, y después de este tiempo lo tengo
más que asumido, que G-12 no sabe situarse en las estaciones meteorológicas. Es
curioso observar como descoloca un camarero tras otro pidiendo un tinto de
verano en pleno invierno, o como pide agua fresca en marzo, a 15 grados, porque
eso de agua “natural” le suena a risa. También se le ha descubierto en alguna
ocasión pidiendo un poleo en un “100 montaditos”.
A G-12 le encanta el riesgo. Aunque el riesgo real. Hice un
experimento con el Call of Dutty, pero fue un fracaso (siempre prefirió picarse
al Little Big Planet). Los tiros virtuales no son lo suyo. Y digo el riesgo
real porque en una ocasión temí por mi integridad física cuando en la
celebración de un partido entre el F. C. Barcelona y el Real Madrid, los
llamados clásicos, se puso a jalear entre una furia blaugrana a los merengues.
Sentí las miradas clavadas en nuestras nucas, y sentí la necesidad de
desmarcarme de tal entusiasmo.
Pero todo conato de valentía o de coraje que muestra en esta
afición al riesgo se ve controvertida por la existencia de seres voladores.
G-12 tiene verdadero pánico a todo bicho volador, y la peligrosidad que percibe
es indirectamente proporcional a su tamaño. He visto a G-12 correr haciendo
exagerados aspavientos por haber intuido la presencia de un mosquito por el
zumbido en un oído, y sin embargo ni inmutarse prácticamente al ver a un
enjambre (supongo que no será el término técnico) de gaviotas amenazando con
defecar a la vez sobre sus cabezas. La única inversión de la norma tal vez sea con
las polillas, el miedo a las cuales sí es proporcional a su tamaño. Su
aparición requiere medidas desesperadas de defensa como coger una escoba o un
mocho por fusil. He llegado a calificar en alguna ocasión a este miedo “pavor
patológico”.
Un dato sobre el que he reflexionado largas tardes es el tema del
reciclaje. Es tan contradictorio…G-12 tiene una capacidad intelectual
abrumadora, y esa capacidad viene aliñada con una agilidad y versatilidad
apabullantes. Así, no solamente es capaz de realizar un estudio sobre la
contracultura de casi 100 hojas digno de mención científica, sino que además,
es capaz de ir añadiendo contenido a medida que devora libros, y es capaz de
reciclar lecturas anteriores, y es capaz de reutilizar algún ensayo sobre la
locura para “cascarse” 300 hojas, eso sí, reciclando el visionado de alguna
película. Recicla también un texto sobre el Sahara y lo convierte en un
análisis sobre un conflicto de proximidad. Pero no es capaz de echar el rulo
base del papel higiénico en la bolsa de reciclaje papel/cartón. En cambio el
envase tetrabrik o tetrapack se separa en la bolsa de papel/cartón porque no ve
indicio ninguno de ser ciertamente un envase. He llegado a la conclusión de que
en su mundo, el reciclaje intelectual es incompatible con el material.
G-12 tiene una obsesión con su físico. Puede parecer que es
exagerada esta apreciación sin poder aportar ningún dato directo que demuestre
esta hipótesis, pero creo que mi experiencia en este trabajo y en este caso
concreto, en el comportamiento de G-12, hace verosímil esta apreciación. Sino
no se puede encontrar una explicación “razonable” al hecho de que G-12 haya
leído “La sombra del viento” y “El temor de un hombre sabio” en la cama,
sujetando el libro (enemigo de las selvas, cuanto papel) en alto durante sus
largas lecturas nocturnas. O la velocidad que alcanzaba su bicicleta. Una
velocidad crucero casi inalcanzable que solo modificaba cuando se picaba
(constantemente) con competidores de carril bici.
En definitiva, este tiempo ha servido para llegar a la conclusión
de que G-12 se trata de un ser cuanto menos peculiar, sin duda único y
exquisito en su especie, contradictorio en sus genialidades y fatal en las
distancias cortas.
He de reconocer que por primera vez en mi carrera profesional, el
ejercicio de mi tarea se ha difuminado en la apariencia que he adoptado en su
entorno. No se muy bien si me debo a estos informes o a la relación que he
conseguido entablar con G-12. En todo caso, solicito el cese de mi actividad,
ya que veo comprometido el futuro de la investigación.
P.D. No se donde llegará esta investigación, pero G-12 nunca dejará de sorprender.