¿Qué me falta?, se preguntaba Lucas mientras miraba el techo
tumbado en la cama. Sin embargo, era tan evidente qué faltaba que se indignó de
plantearse preguntas tan absurdas por el simple hecho de ser un buen comienzo.
Aún así contestó. Faltaba sentido. Pero, ¿en qué sentido faltaba
sentido? Pues seguramente en todos. ¿Qué sentido tiene un texto que ya desde el
principio desvela una falta de sentido? ¿Quién podía
hacer para recuperar el sentido? ¿Cómo asimilar la evidencia tan hiriente de
falta de sentido en todo, y la evidencia tan cruenta de la imposibilidad de
recuperar un sentido?
Lucas desistió de tratar esas preguntas, así que siguió con el
sinsentido del texto tratando de explicarse a su vez por qué escribía entonces.
Tal vez porque se lo había prometido desde hacía casi 24 horas y ya había
borrado 3 documentos después de darlos por terminado. Porque se había roto la
cabeza para hacerle llegar una vez más que la echaba de menos, pero que le
había parecido absurdo la manera de decirlo si con un “te echo de menos” se
explicaba mucho mejor. Porque sabía que ya lo sabía y que no ganaba nada
rompiéndose la cabeza. Que ya estaba de vuelta de casi todo en esto, que la
literatura ya le aburría, y necesitaba simplemente sentirlo en silencio sin
molestar, sin pretender fiestas de elogios ni ser el centro de su atención. Pero si pretendía eso, ¿Por qué
aún así escribía?
Era duro para Lucas hacer tan evidentes sus incoherencias. Pero
tal vez la falta de sentido le hacía dirigirse hacia este sinsentido. Ya no
esperaba respuestas. Lanzaba mensajes en una botella. Sabía perfectamente que
llegaban a Ítaca, que Penélope los leía, pero que nunca tendrían respuesta hasta
su regreso. Le resultaba complicado en esta deriva en la que se encontraba
encontrar las fuerzas, la inspiración, para arriesgarse incluso con un “buenos
días, principesa”. Tan lejos y tan cerca a la vez. Pero aún así…qué dulce
amargura la de la memoria y la imaginación.
Lucas no había nacido para esperar.
Lucas no debería esperar ni un segundo. Debería correr a los brazos de la principesa junto a la que quiere estar.
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