A Lucas le dolía la cabeza. No sabía por qué. Resfriado, nervios pinzados, jaqueca. Nunca le había dolido tanto. Echaba la vista atrás, e intentaba buscar la causa, una pista de por qué su cabeza parecía que iba a estallar en un momento u otro.
Empezó el ejercicio de mirar atrás, en el pasado inmediato, y descubrió lo que remotamente llegó a temer. No le dolía la cabeza. Era él quién se daba en la cabeza por que se negaba a aceptar que te marchases y que tenía que volver a estudiar.
Lucas decidió seguir dándose a la cabeza. No le importaba cuanto doliese, o cuanto perdiese. Solo quería que cupieses tú, y que no te marchases de ahí.
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